viernes, 10 de junio de 2022

Winston Churchill en Cuba

 







Por Profe Luis Loaiza Rincón 


Leyendo el ameno trabajo de Germán Saavedra Soler sobre Churchill (Oxfordshire, 1874-1965), “Yo soy el que ruge”, advierto un detalle que siempre pasé por alto: el bautismo de fuego que Churchill recibió en Cuba.

 

Este personaje que llegó a ser el estadista más importante del siglo XX, comenzó su carrera pública como militar, atraído por el embrujo que la caballería, artillería e infantería le generaban cuando a los 7 años un regalo inicial de soldados de plomo se convirtió en una colección de 1.500 piezas. Sin embargo, fue un hombre integral, toda su vida fue un apasionado pintor, un excelente cronista, historiador y novelista y llegó a ser el más importante político de su tiempo.

 

Distintas fuentes corroboran que en Cuba Winston Churchill aprendió a los 21 años cómo era la guerra, aunque ya sabía que su destino era la política. Se había graduado de subteniente en la Academia de Sandhurst siendo destinado el 1 de abril de 1895 al 4º Regimiento de Húsares de Su Majestad. En el verano de ese mismo año, con diez semanas de permiso por delante, decidió buscar un destino para participar de algún modo en una guerra, apostando por la guerra de independencia de Cuba, desde el bando español.

 

Una vez que obtuvo el permiso del gobierno español en Madrid, zarpó hacia la Habana, tomó un tren hacia Cienfuegos, un barco hacia Tunas de Zaza y luego otro tren hacia Sancti Spiritus donde se reunió con el ejército español bajo el mando del General Suárez Valdés. Salieron en expedición hacia Arroyo Blanco donde Churchill celebró su cumpleaños 21, el 30 de noviembre de 1895. Su regalo de cumpleaños fue estar bajo las balas por primera vez en su vida cuando las tropas españolas, con las que estaba, se enfrentaron a las fuerzas cubanas dirigidas por Máximo Gómez y Antonio Maceo.

 

Para hacer frente a los gastos de la expedición, Churchill hábilmente había conseguido que el Daily Graphic le pagara cinco guineas por artículo desde el frente. Años después se convertiría en el corresponsal de guerra mejor pagado del Reino Unido.

 

La guerra de Cuba fue su primera experiencia como militar en activo y como corresponsal de guerra. En Cuba descubrió que los españoles compartían con los ingleses el mismo afecto por cada uno de sus imperios. Pero con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas España cerraría amargamente ese capítulo.

 

Fue en el puesto avanzado de Arroyo Blanco, el 1 de diciembre de 1895, justo un día después de su 21 cumpleaños, cuando la bala que hirió al potro que se movía a su lado “pasó a menos de 30 centímetros de mi cabeza lo que significaba que había vivido claramente mi bautismo de fuego”, escribiría Churchill sobre aquella emboscada. Los españoles se precipitaron hacia el lugar de donde provenían los disparos y no encontraron a nadie. Ya a Churchill le habían advertido que en Cuba el enemigo estaba en todas partes y en ninguna. Comprendió la situación: España se arruinaría y desangraría frente a un ejército andrajoso y armado, sobre todo, “con un cuchillo terrible llamado machete”; un arma manejada por soldados a los que la guerra “no les costaba nada, aparte de miseria, peligros y privaciones”. Pero aun así, Churchill simpatizaba con España.

 

También en Cuba ganó su primera condecoración militar, la Cruz Roja de España al Mérito Militar de Primera Clase, una medalla de cortesía, que tardó en poder lucir por la oposición del gobierno británico.

 

Churchill regresó a Inglaterra el 14 de diciembre de 1895 y sobre su experiencia en Cuba extrajo la conclusión de que Estados Unidos no debería inmiscuirse en la Isla.

 

La segunda visita de Churchill a Cuba fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando ya no era Primer Ministro y atravesó el Atlántico respondiendo a la invitación del Presidente norteamericano Truman. En la Habana, se alojó en el famoso Hotel Nacional que aún tiene el Bar Churchill, llamado así en su honor. En este hotel ocupó el Apartamento de la República, reservado a los huéspedes oficiales más distinguidos. Después visitó la fábrica de puros Partagás. La marca Romeo y Julieta tiene una vitola con su nombre. En Pinar del Río le nombraron Hijo Predilecto. Luego de esta breve estancia viajó hacia el norte y unas pocas semanas después pronunció su famoso discurso de la ‘cortina de hierro’ en Fulton, Missouri.

 

Con una trayectoria tan meritoria, sobre todo por su férrea lucha a favor de la libertad del mundo, sorprende que al inicio y al final, Cuba tuviera un lugar tan destacado en la vida de este titán del siglo XX.

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