Por: ABRAHAM SEQUEDA @abrahamsequeda
Una
abrumadora mayoría de venezolanos posee en su mente, posiblemente, el que será
uno de los días más felices de sus vidas y justamente aquel en que Venezuela
sea libre plenamente: es el día en que los jerarcas que controlan el poder y su
estructura del mal sean desalojados.
No
cabe duda, que las acciones políticas adelantadas en todos los ámbitos, tanto
dentro como fuera de Venezuela sobre las figuras representativas de la tiranía
y su estructura, lo que ha conllevado es a establecer mecanismos democráticos
como son las elecciones en sus diferentes niveles para reemplazarlos en el
poder, en una especie de alternabilidad forzada.
Lo
anterior no solo falla en lo fundamental de confundir el objetivo; sino que, la
estructura que controla el poder en el país, encarnada en sus jerarcas, está
preparada totalmente para tener uno o varios sustitutos. Esto quiere decir, que
por una parte la base de la estructura no permite ambigüedades en lo
estratégico y, por la otra, sus redes operan para dejar fluir los recursos
necesarios en el momento preciso; de hecho, ya están financiando a sus
“mejores” cuadros de base.
Por
lo tanto, ese día siguiente, además de celebrar, debemos estar ya bastante
adelantados en la transición formal, con planes paso a paso listos para ser
aplicados y sobre todo una base ciudadana también preparada para el reto de
establecer nuevos paradigmas como sociedad.
Debemos
estar preparados o en marcha, para producir una institucionalidad totalmente
diferente, principalmente sin vicios ni corrupción, orientada al logro y
basadas en la eficiencia. Ahí se contemplan instituciones de salud y sistema
sanitario, instituciones educativas y nuevo sistema educativo, una nueva visión
de universidad, poderes públicos, registros y notarías, banca, instituciones
rectoras, instituciones reguladoras, empresarios, entre otros.
¿Estamos preparados?. De la respuesta a
esta pequeña interrogante, depende que, adicionalmente a la salida de las
figuras representativas de la tiranía, si su “terreno fértil” se mantiene aún
intacto en el territorio venezolano, nada habremos hecho. Es necesario al
menos, que un alma, un individuo crea conscientemente y con conocimiento, de
que el área donde se desempeña es poderoso y que solo su acción pueda impulsar un cambio, torcer un rumbo,
de modificar escenarios o de establecer uno nuevo.
Como consecuencia de esto, sería
prudente considerar, si en serio alguien puede pensar, que manteniendo conductas
retrogradas, ineficientes, con una banalización del delito, en un territorio
donde se da más valor al tráfico de cuanto recurso escaso se genera, a las
actividades superfluas y muchas con financiamiento producto de la corrupción,
que a las actividades docentes y de investigación, innovación, producción
agropecuaria, de integridad y eficacia en el trabajo, entre otras, podamos
efectivamente lograr la libertad.
Con una conducta superficial y la
falta de visión, nada más estaremos pasando del subsuelo al infierno. El
dogmatismo, sectarismo y el fanatismo no escogen y no tienen predilección por algún
grupo de personas en particular. ¿Cómo se puede entonces tomar una decisión política
de equilibrio? ¿Cómo evitar una vía muerta de decisión?.
Esto es solo parte del proceso de la justicia transicional y no debe perderse
de vista.
La idea que
manejamos como un sueño, no es precisamente desalojar a una estructura tiránica,
menos lo es, llevar adelante planes para transformar a Venezuela en una
sociedad educada, sana y próspera.
No, el sueño es
pensar que luego de una acción conjunta de fuerza política, ciudadana o por la
acción del tiempo, algo o alguien nos dejará un territorio “descontaminado,
aséptico”; donde solo entonces tendrá que nacer algo bueno.