Por Profe Luis Loaiza Rincón
Leyendo el ameno
trabajo de Germán Saavedra Soler sobre Churchill (Oxfordshire, 1874-1965), “Yo soy el que ruge”, advierto un detalle que
siempre pasé por alto: el bautismo de fuego que Churchill recibió en Cuba.
Este personaje que
llegó a ser el estadista más importante del siglo XX, comenzó su carrera
pública como militar, atraído por el embrujo que la caballería, artillería e
infantería le generaban cuando a los 7 años un regalo inicial de soldados de
plomo se convirtió en una colección de 1.500 piezas. Sin embargo, fue un hombre
integral, toda su vida fue un apasionado pintor, un excelente cronista,
historiador y novelista y llegó a ser el más importante político de su tiempo.
Distintas fuentes corroboran que en Cuba Winston Churchill aprendió a
los 21 años cómo era la guerra, aunque ya sabía que su destino era la política.
Se había graduado de subteniente en la Academia de Sandhurst siendo destinado
el 1 de abril de 1895 al 4º Regimiento de Húsares de Su Majestad. En el verano
de ese mismo año, con diez semanas de permiso por delante, decidió buscar un
destino para participar de algún modo en una guerra, apostando por la guerra de
independencia de Cuba, desde el bando español.
Una vez que obtuvo el
permiso del gobierno español en Madrid, zarpó hacia la Habana, tomó un tren
hacia Cienfuegos, un barco hacia Tunas de Zaza y luego otro tren hacia Sancti
Spiritus donde se reunió con el ejército español bajo el mando del General
Suárez Valdés. Salieron en expedición hacia Arroyo Blanco donde Churchill
celebró su cumpleaños 21, el 30 de noviembre de 1895. Su regalo de cumpleaños
fue estar bajo las balas por primera vez en su vida cuando las tropas españolas,
con las que estaba, se enfrentaron a las fuerzas cubanas dirigidas por Máximo
Gómez y Antonio Maceo.
Para hacer frente a los
gastos de la expedición, Churchill hábilmente había conseguido que el Daily
Graphic le pagara cinco guineas por artículo desde el frente. Años después se
convertiría en el corresponsal de guerra mejor pagado del Reino Unido.
La guerra de Cuba fue su primera experiencia como militar en activo y
como corresponsal de guerra. En
Cuba descubrió que los españoles compartían con los ingleses el mismo afecto
por cada uno de sus imperios. Pero con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y las
Filipinas España cerraría amargamente ese capítulo.
Fue en el puesto avanzado de Arroyo Blanco, el 1 de diciembre de 1895,
justo un día después de su 21 cumpleaños, cuando la bala que hirió al potro que
se movía a su lado “pasó a menos de 30 centímetros de mi cabeza lo que
significaba que había vivido claramente mi bautismo de fuego”, escribiría
Churchill sobre aquella emboscada. Los
españoles se precipitaron hacia el lugar de donde provenían los disparos y no
encontraron a nadie. Ya a Churchill le habían advertido que en Cuba el enemigo
estaba en todas partes y en ninguna. Comprendió la situación: España se
arruinaría y desangraría frente a un ejército andrajoso y armado, sobre todo,
“con un cuchillo terrible llamado machete”; un arma manejada por soldados a los
que la guerra “no les costaba nada, aparte de miseria, peligros y privaciones”.
Pero aun así, Churchill simpatizaba con España.
También en Cuba ganó su primera condecoración militar, la Cruz Roja de
España al Mérito Militar de Primera Clase, una medalla de cortesía, que tardó
en poder lucir por la oposición del gobierno británico.
Churchill regresó a
Inglaterra el 14 de diciembre de 1895 y sobre su experiencia en Cuba extrajo la conclusión
de que Estados Unidos no debería inmiscuirse en la Isla.
La segunda visita de
Churchill a Cuba fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando ya no era
Primer Ministro y atravesó el Atlántico respondiendo a la invitación del
Presidente norteamericano Truman. En la Habana, se alojó en el famoso Hotel
Nacional que aún tiene el Bar Churchill, llamado así en su honor. En este hotel ocupó el
Apartamento de la República, reservado a los huéspedes oficiales más
distinguidos. Después visitó la fábrica de puros Partagás. La marca Romeo y
Julieta tiene una vitola con su nombre. En Pinar del Río le nombraron Hijo
Predilecto. Luego de esta breve
estancia viajó hacia el norte y unas pocas semanas después pronunció su famoso
discurso de la ‘cortina de hierro’ en Fulton, Missouri.
Con una trayectoria
tan meritoria, sobre todo por su férrea lucha a favor de la libertad del mundo,
sorprende que al inicio y al final, Cuba tuviera un lugar tan destacado en la
vida de este titán del siglo XX.